jueves, 15 de mayo de 2014

¿Los órganos, un bien artificialmente escaso por mor de una concepción moral errónea?


Tengo un amigo, cuyos ojos vuelven a brillar. El hecho cierto es que tras haber rechazado un tercer riñón hace más de 15 años, le quedaban escasos seis meses de vida por que literalmente no le quedaban más venas que permitiesen dializarlo, ni cirujano con valor para colocarle una vena artificial o efectuarle un embolismo / cateterismo. Ahora es feliz, liberado de la dependencia de una máquina que garantice su supervivencia. No solo se ha prologando su esperanza de vida, sino que ha mejorado su calidad de vida gracias al considerable progreso tecnológico en las ciencias de la salud, y la solidaridad de otro ser humano, el donante de tan precioso órgano.

El hecho cierto es que la solidaridad no se decreta, y el que mi amigo haya podido disponer de un riñón, ha sido casi el producto del azar. Como ya expresé en un artículo anterior sobre narco-economía (
http://www.kojackadasvarias.blogspot.com.es/2014/01/narcoeconomia-economias-adictas-y-la.html ), la “moral” no forma parte del análisis económico, y algunas de las afirmaciones que formularé a continuación pueden ser motivo de escándalo por causa de los tabús ideológicos de índole medieval-religioso que aún conforman ciertos modos de pensar.

El hecho cierto es que amigo hubiese pagado cualquier cantidad de dinero por ese riñón, y que contrariamente al mito relacionado con el narcotráfico por cual sería la oferta la que crea la demanda (a mí aún nadie ha sabido señalarme dónde está ese colegio en el que supuestamente “regalan la droga en la puerta” - yo los psicotrópicos siempre me los he tenido que pagar), en este caso parece bastante claro que la demanda pre-existe a la oferta.

Es un hecho conocido que pese a la prohibición establecida en nuestro ordenamiento jurídico de comerciar con el cuerpo o partes del mismo, el valor de mercado de un riñón oscila entre los 30,000 y los 40,000 Euros. ¿En qué mundo de liberalismo truncado vivimos, que no se permite el libre acuerdo entre partes para disponer de lo que es suyo? ¿Qué autoridad moral se arroga el estado sobre nuestros cuerpos que le dicta a las mujeres cómo disponer de sus úteros, y no nos permite disponer libremente de un riñón, de nuestras médulas, sangre, o parcialmente del hígado, al ser este un órgano con una gran facultad de regeneración? ¿En nombre de qué se considera legítimo poder comprar un cuadro de Canaletto y no un riñón? Y más en estos momentos históricos en los que se cuestionan los compromisos social-demócratas básicos de nuestro pacto social europeo por los que la educación, la sanidad y la justicia se presuponían universales, y a día de hoy parece que se están abandonando cada vez más a las leyes del mercado.

En los EE.UU., es perfectamente legal la compra-venta de la sangre humana, con el curioso efecto de que el descubrimiento del virus del VIH produjo el cierre de las fronteras a la importación de la sangre y sus derivados, hundiendo la economía de Haití, cuya principal industria era la exportación de sangre a EE.UU.

Es curioso lo rápido que pueden avanzar la tecnología, o en menor medida el derecho, las percepciones que conforman nuestro weltanschaunung parecen inamovibles. Recuerdo una conversación por momentos divertida con un agente de CNI (que me acusaba de ser “más rojo que el mechero de Stalin”) que usaba el aún el concepto de “China roja”. Si bien China está a años luz de ser una democracia, siendo un régimen autoritario, represor de las libertades de información, asociación y expresión, con un partido único, el hecho de que el Partido Comunista Chino reclute como mínimo a gente formada a nivel MBA, lo aleja bastante del modelo clásico de la dictadura del proletariado(*).

El hecho cierto es que de confirmarse algunos de los mitos entorno al gigante asiáticos, no estaríamos hablando de un régimen comunista, sino más bien de un sistema totalitario que presente graves síntomas de anarco-capitalismo. En el caso que nos atañe, se cuenta que a los condenados a muerte en China, se les ejecuta precisamente en función de la demanda de órganos, previo análisis de los antígenos leucocitarios (HLA) de compatibilidad, el hecho de que el sistema tradicional de ejecución practicado en China sea el ahorcamiento garantiza la perfecta frescura, viabilidad, y disponibilidad inmediata de los órganos del ejecutado (contrariamente a la electrocución, el fusilamiento o la inyección letal).

En cuanto a las supuestas “granjas de órganos”, una parte muy oscura del mundo en que vivimos, y no por ello una ficción, generalmente no producen órganos viables, debido a los enormes costos de criar humanos sanos, y las condiciones insalubres y de promiscuidad en las que se produce la actividad.

El prestigioso semanario The Economist lleva años abogando en contra de la prohibición de la experimentación con células madre. La represión artificial del progreso técnico limita el desarrollo de tecnologías que puedan mejorar la calidad de la vida humana. El tabú en este caso es de índole religioso. Es de suponer que los embriones congelados, fuente más común de células-madre, contienen ánimas (también congeladas, es de suponer) de los no-natos... No dudo de que la incapacidad de racionalizar ese bien etéreo e inmaterial que es el alma, proyecte la ficción del intelecto que es su existencia en dicho soporte biológico, ante la constatable evidencia de que fuera de un soporte biológico, nadie ha evidenciado la existencia de conciencia (o “alma”) alguna. Supongo que hace años algún tabú semejante también se esgrimía en contra de las transfusiones de sangre, práctica habitual de la medicina hoy en día, siendo a día de hoy los testigos de Jehová los únicos creyentes que se niegan a recibir transfusiones aún a riesgo de sus vidas. Los mismos prejuicios irracionales tuvieron que ser derrotados por los trasplantes de órganos, y en particular del corazón cuyo pionero fue Christiaan Barnard, complicándose el tema en los casos de trasplantes inter-raciales. Hoy en día es una tecnología comúnmente aceptada, pudiéndose efectuar incluso trasplantes parciales, bio-mecánicos, o a partir de tejidos originarios del cerdo. Quien profese la fe musulmana, y es incapaz de comer cerdo, es igualmente libre de negarse a un trasplante parcial de tejidos porcinos, pero a cualquier persona sensata le resultaría inconcebible que dicho tabú particular le impidiese a terceros el recurrir a dichas tecnologías para salvar su vidas, o prolongar las mismas.

El hecho cierto es que existen dichos embriones congelados, en muchos casos producto del recurso a técnicas de reproducción artificial, muchos de ellos no utilizados por redundantes o por el desistimiento en su empleo, hallándose en un limbo jurídico que impide en muchos casos tanto su destrucción como su uso útil para la investigación.

En un mundo ideal, todos dispondríamos de células madre suficientes capaces de regenerar o crear artificialmente cualquier órgano de sustitución que nos fuese necesario. Ciertamente como cualquier tecnología por motivos de la amortización de sus costes de desarrollo serían primero accesibles a unos pocos, y con posterioridad con la entrada en juego de las eficiencias ligadas a su uso y de las economías de escala se produciría la progresiva democratización de las mismos.

Hasta entonces, aquellos cuyos cordones umbilicales no fueron tratados para su posterior uso y más concretamente para la extracción de las células-madre que contienen quedamos excluidos de esa posible bonanza, por que en el momento en que nacimos, dichas tecnologías eran aún no solamente indisponibles, sino casi prácticamente inconcebibles, hecho que considero lamentable puesto que en parte por mis malos hábitos – soy fumador y bebedor – no excluyo el necesitar algún día de pulmones o de un hígado “nuevos”, por cualquier disfunción que mis malos hábitos pudieran producir en dichos órganos a largo plazo, véase procesos de cirrosis o cancerosos.

Siendo absolutamente execrables las prácticas relacionadas con el tráfico de seres humanos y sus órganos, en el caso que nos ocupa queda evidenciado que la demanda pre-existe a la oferta, y allí donde haya demanda, la “mano invisible” que son los mercados, ya se encargará de satisfacerla, creando una oferta adecuada, al nivel precios aceptable. La única forma de sacar a los mercados de su opacidad, generalmente producida por la prohibición es precisamente la aceptación de su existencia (factor únicamente psicológico), y si fuese el caso, su regulación y ordenación, como en el caso del precisamente del narcotráfico, objeto de un artículo anterior ( http://www.kojackadasvarias.blogspot.com.es/2014/01/narcoeconomia-economias-adictas-y-la.html )... O suprimir la necesidad de la existencia del mercado, por sobre-abundancia de la oferta. ¿De verdad podemos asumir que la “oferta” de órganos por donaciones sea limitada, cuando el 100% de la población es mortal, y la oferta real está únicamente condicionada por la extensión o más bien la ficción del concepto de propiedad privada sobre el propio cuerpo una vez fallecidos? ¿Qué propiedad es esa cuyo goce y disfrute ya no podemos ejercer? ¿No sería más fácil que en vez de tener que efectuar un acto declarativo previo como es el testamento vital, con los costes que conlleva, tanto de tiempo como administrativos, a expensas del conocimiento por parte de los sujetos de dicha necesidad, o del consentimiento de la familia en el caso de no haberse formulado dicho testamento vital, se presuponiera como rezaba la Pepa (Constitución de 1812) que “los españoles son buenos y benéficos por naturaleza” y precisamente por ello proclives a permitir que otros vivan gracias a sus órganos? - ¿Y quién tuviese alguna objeción de conciencia por mor de algún credo religioso pudiese formularlo ex-ante para señalar su negativa a que el personal médico, una vez fallecidos, dispusiera de sus órganos en función de las necesidades médicas del momento?

Ciertamente como he mencionado al principio de este artículo “La solidaridad no se decreta”, pero si asumimos la existencia de un estado fiscal, y la presión fiscal a veces incautatoria, aunque a veces conduzca a financiar bienes públicos del todo innecesarios como los a
eropuertos de Ciudad Real, Huesca o Castellón… definiendo como innecesarios aquellos cuya demanda objetiva no justifica en modo alguno su construcción y mantenimiento, por lo cual resultarían más útiles como albergues sociales o “ocupados” por sin techo y lo que es peor, nuevas terminales de aeropuertos, como la inconmensurable y faraónica del aeropuerto de Alicante... ¿No podemos asumir de idéntico modo la existencia de un estado sanitario que dispusiera de nuestros órganos para salvar vidas, una vez extinguida la nuestra? ¿En el supuesto de fallecer sin descendientes y ab-intestato, no dispone el estado de nuestro patrimonio? ¿Por qué no presuponer el altruismo y permitir la libre disposición de nuestros despojos por parte de la sanidad para salvar vidas ajenas? - En vez de tener que esperar como ya ocurre a una decisión judicial en dicho sentido, cuando el tiempo para procesar los órganos con éxito es escaso... ¿Si no elegimos la vida, por qué se nos presupone dotados de la facultad de negarle nuestros órganos a otros? ¿Por qué no ampliar el concepto de la “boutade” común relacionada con la moral sexual de que aquello que se vayan a comer los gusanos, que lo disfruten los humanos, para salvar vidas?

Obviamente los tabús en este sentido son únicamente de orden religioso, pendientes de la “resurrección de la carne”, mito relacionado con la salvación y la vida eterna, es de suponer que los órganos son necesarios a la misma, pero en el mismo sentido no me cabe duda de que la iglesia organizada sabrá darle una solución de mercado a la misma comercializando las pertinentes dispensas o vales por los mismos válidos para la vida eterna, como han hecho con el quebrantamiento de otros de sus variados tabús y principios, y/o tampoco me cabe duda de que el respeto a la irracionalidad de las creencias religiosas ajenas debería permitir el ejercicio de la objeción de conciencia, mediante el “testamento vital” inverso, es decir, la negación a la disposición de los órganos por parte de los profesionales de salud. Que los actos declarativos tengan que efectuarse para ejercer la insolidaridad, y no la solidaridad. Aunque tampoco me cabe la menor duda de que no habría tabú religioso que resistiera la concesión beneficios fiscales, como la exención de tributación a los donantes... O cualquier otro beneficio con el que estado supiese compensar o incentivar dicha solidaridad con el propósito de preservar la vida y la salud, de los vivos, ciudadanos y sujetos administrados. Lo que propongo es pues una auténtica “revolución Copérnica” en cuando al modo de abordar la donación de órganos, dotándole a los servicios sanitarios de la potestad, salvo evidencia en contra, de disponer de los mismos, una vez extinguida la vida en un cuerpo. Si así se hiciera, y por ello se consiguiese salvar una vida, me daría por satisfecho.


(*) Es más me atrevería a decir que China ha abrazado abiertamente el capitalismo, y lo está irrumando salvajemente.

Falco, Wiener Blut : 
https://www.youtube.com/watch?v=OMrwcix41sY 

4 comentarios:

  1. Este artículo me parece una total falta de respeto a las creencias de muchos.

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    1. Obviamente Ud. puede preferiir salvar "almas" a salvar vidas...

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  3. A mí me lo que me parece absolutamente delirante es que fallezca gente por culpa del oscurantismo medieval de creencias irracionales que suponen un freno a la investigación, por mor de la teocracia encubierta impuesta por el OPUS DEI, y otras organizaciones con carácter integrista, pero Ud. es muy libre de que le dicte su conciencia una banda internacional de pederastas...
    En cuanto a que "muchos" compartan una creencia, eso no la legitima, piense Ud. que si pensasemos que 10.000 millones de moscas no pueden estar equivocadas, llegaríamos a la conclusión de que la mierda debe de estar buenísima...
    También el NSDAP llegó al gobierno con una "mayoría"...

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