lunes, 13 de enero de 2014

La innovación “gelipoyas”… que también la hay…


Hay apóstoles de mantras absurdos que pretenden salvar al mundo repitiendo fórmulas que a-contextualizadas son bastante carentes de significado como por ejemplo “el futuro, es la innovación”… que como toda afirmación categórica, merece ser no obstante relativizada.
Me basta con un ejemplo para desmentir dicha afirmación, y este lo encontramos en las innovaciones del pasado y en la carrera espacial, magnífico ejemplo de los logros que se pueden alcanzar cuando se les asigna una cantidad de recursos casi ilimitados a un personal técnicamente cualificado, en una época en la que parecían no existir restricciones presupuestarias, tanto para carrera espacial como para la íntimamente relacionada con ella carrera armamentística, en una época en la que las agencias de rating no censuraban la asignación de recursos públicos.
Reunidos 20 años después de concluida su vida activa, técnicos jubilados de los programas espaciales americano y soviético (por ahora las únicas 2 naciones capaces de poner a un hombre en la luna), procedieron a comparar los recursos técnicos mediante los cuales resolvieron algunos de los cientos de impedimentos y barreras a los que se enfrentaron a la hora de llevar a cabo dicha hazaña.
Uno de dichos problemas es que al parecer los bolígrafos convencionales no funcionan en condiciones de ingravidez, y los técnicos del programa espacial americano gastaron 1,5 millones de dólares de los años sesenta en un bolígrafo que sí pudiera hacerlo, al preguntarle a los técnicos soviéticos como lograron ellos resolver dicha cuestión, la respuesta fue un escueto : “Nostrosss usarrr lápiz”. La tecnología empleada en dicho bolígrafo capaz de escribir en condiciones de ingravidez fue posteriormente utilizada para fabricar los bolígrafos “paper mate”, cuyo funcionamiento resultaba a mi humilde modo de entender un tanto mediocre en condiciones de gravedad convencional, por lo que se ve nunca lograron destronar a los “bic” ni alcanzar cuotas de mercado relevantes antes de desaparecer.
La respuesta de los soviéticos por otra parte plantea una respuesta obvia sobre el ingenio práctico : la inutilidad de invertir en nada, cuando ya existen medios (aunque ciertamente menos glamurosos) de satisfacer una necesidad existente. Y en el espacio, como en cualquier otra parte, para hacer funcionar al lápiz, basta con un sacapuntas, o una navaja… que no hacen falta para hacer funcionar un portaminas, por lo que resulta que la innovación “per se” no es la respuesta… ¿Yogur de olivas, alguien se apunta? Semejante engendro nunca ha sido desarrollado, pero a la hora de integrar los criterios de rotación de stock en la referenciación de productos en los líneales de sus supermercados, Juan Roig tuvo la ocasión de constatar que les habían colado en sus lineales de producto refrigerados (el más caro de mantener debido al consumo energético asociado al mismo) un espantajo de gazpacho enriquecido con calcio, como si el mismo supliera carencias que no deberían existir en una dieta saludable y normal, y que por razones obvias de falta de aceptación suficiente por “el mercado”, es decir la gente que con sus “Euros” o “votos monetarios” deciden qué productos se extinguen, y cuales se mantienen, no cumplía con los criterios reforzados de rotación de stocks que decidió implantar, y que por si mismos tampoco son una innovación en materia de gestión, sino una mejor aplicación de técnicas existentes y conocidas.
De idéntico modo, las empresas se hallan sumidas en un entorno altamente competitivo, en el que casi todo está ya inventado, existiendo una dinámica de incentivos negativos a la innovación por causa de la espiral competitiva de la copia por la cual : yo innovo, él me copia, yo tengo que asumir los costes de i+d+i, por lo cual él es más barato, yo pierdo cuota de mercado, mejor hago productos “me too”…
Así que antes de lanzarnos a la carrera de la innovación (como a la de la presencia en las “redes sociales”), resulta conveniente plantearse al menos la cuestión de si se satisface verdaderamente una necesidad del mercado (la única realidad casi absoluta de la mercadotecnia es que la producción de bienes y servicios ha de satisfacer necesidades), si se conseguirá amortizar las inversiones efectuadas, y si se disponen de recursos suficientes para defender nuestras innovaciones tanto frente al público (marketing y comunicación : ¿entenderán para qué sirve? ¿cómo se utiliza?), como frente a la competencia más o menos desleal de las copias que inducen a confusión, imitación, o incluso la violación de patentes, mediante sistemas de vigilancia del mercado y el uso del arsenal jurídico existente, que tampoco resultan poco onerosos de sostener.
En cualquier caso, ahí dejo mi idea y concepto del “Yogur de olivas”, por si alguien le apetece desarrollarla, yo me abstendré de ello.

David Bowie, Space Oddity, http://www.youtube.com/watch?v=cYMCLz5PQVw
M-Clan, Llamando a la tierra, http://www.youtube.com/watch?v=hLjAU4LWCqI

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