viernes, 3 de febrero de 2012

La ecología genocida, o los efectos perversos de la alteración de la demanda de productos alimentarios.

La ecología genocida, o los efectos perversos de la alteración de la demanda de productos alimentarios.

Siempre me han fascinado el progreso y sus efectos, así como las consecuencias secundarias, perniciosas o contraproducentes de acciones bienintencionadas. ¿Alguien recuerda los alcoholímetros en los bares? Diseñados para saber si uno estaba lo bastante sobrio como para volver a casa en coche, la gente empezó a utilizarlos en un aberrante afán competitivo por comprobar científicamente quién iba más “tajado” antes volver a casa en sus utilitarios. Fueron suprimidos. Concluyo igualmente del proceso judicial iniciado en los tribunales aragoneses contra unos padres subsaharianos que le infligieran su ancestral práctica de la ablación genital a su hija de corta edad, que serán muy pocos los padres con dichas afinidades culturales (que podemos condenar ciertamente por crueles y aberrantes) que lleven en un futuro a sus hijas a la sanidad pública para que pueda ser constatada la evidencia material de un delito, con los consiguientes problemas para la salud a los que quedarán expuestas las mismas criaturas a las que se intenta proteger.

En los últimos años asistimos a varios fenómenos curiosos como la emergencia de combustibles mal llamados “alternativos” como el bioetanol (citando la web de una multinacional mundialmente reconocida por la indiscutible calidad de sus vehículos pesados : el bioetanol es el biocombustible más utilizado en el sector del transporte actualmente. También es el combustible que tiene más probabilidades de suministrar grandes volúmenes sostenibles en el futuro), ante la previsible y bien anunciada carestía de los combustibles fósiles en los que se fundamenta nuestra civilización basada en la movilidad de las personas, los bienes, y servicios, bien consagrada en los principios fundadores de la Unión Europea, por ejemplo. Ciertamente se trata de un combustible renovable, siempre y cuando quede biomasa (en teoría inagotable) suficiente para la producción de maíz, materia prima esencial para su producción, y goza además del beneplácito de los sectores ecologistas especializados en contaminación atmosférica, al ser su combustión neutra en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero se refiere.

Hace a penas un par de años, se volvieron locos los mercados de productos alimentarios (trigo, arroz, etc.) ante una escalofriante subida de precios, que llevó incluso a la Unión Europea a “congelar” sus programas de puesta en barbecho de tierras, que era la piedra angular de sus políticas de sostenimiento de los precios agrarios mediante la reducción escalonada de la oferta. La oferta había sido calculada sobre la base de las necesidades de consumo alimentario humano, algo en franco declive en los países desarrollados salvo por la actividad subvencionada con el marcado objetivo estratégico de no caer en la dependencia alimentaria, así como ya somos energéticamente dependientes. Dichas subidas de precios de materias alimentarias básicas, no solo por causa del bioetanol, ciertamente, hay que tener en cuenta otros factores como el cambio de la dieta en China, que incluye cada vez mayor proteína cárnica, para cuya producción los cultivos forrajeros son indispensables, todo lo cual genera un efecto crowding-out y de subidas de precios de las producciones alimentarias más básicas (mijo, maíz) y elementales para algunos cientos de millones de desfavorecidos, excluidos por sus niveles de renta del consumo de dichos bienes alimentarios básicos.

En el momento que “celebramos” (no sé si el término es el más adecuado) el advenimiento del ser humano 7.000.000.000 sobre la faz de la tierra, cuyos recursos disponibles no han crecido sino decrecido por los consumos de productos que se hallaban en la naturaleza, y que no se renovarán nunca, razonamiento aplicable tanto al petróleo como al uranio o al gas natural, esto no es más que una evidencia que hasta los menos malthusianos habrán de aceptar como objetiva, en la abstracta pirámide alimentaria que nos afecta a todos los humanos, incluimos no solo a una cantidad ingente de cerdos chinos (por el antes mencionado cambio en las pautas de consumo alimentario en el gigante asiático, siendo el cerdo la proteína cárnica más eficiente en términos de costes de producción), y de un modo inminente a vehículos de combustión interna, cuyo destino es esencialmente el primer mundo preocupado por el cambio climático, el calentamiento global, y otros problemas ciertamente no despreciables ligados a las modificaciones del entorno por causa del impacto humano.

Imagino las sonrisas de felicidad de industriales y autoridades públicas ante la puesta en servicio de medios de transporte colectivos más eficientes y no contaminantes, basados en el bioetanol, sin tener en cuenta la cantidad equivalente en hectáreas de maíz consumidas a lo largo del año / vida útil del vehículo, puesto en competencia por escasos recursos alimentarios contra “humanos” excluidos de su consumo en el mal llamado “tercer” mundo, como si de una lejana galaxia se tratase. Afortunadamente el consumo de bioetanol es por ahora bastante restringido, salvo por los surtidores de las gasolineras en Brasil, el presumible impacto de su asunción como fuente de energía dominante para el sector de la automoción, a falta de una red que permita la recarga eficiente para los vehículos eléctricos de uso individual, y casi inconcebible para el sector del transporte público o el de vehículos pesados, podría y de hecho plantea importantes cuestiones sobre su impacto en el consumo alimentario humano para millones de personas. Resultaría pues necesario arbitrar entre un par de grados más de temperatura por causa de los gases de efecto invernadero, o que millones de personas se viesen privadas de sus recursos alimentarios más elementales para la subsistencia frente a la competencia de la demanda de vehículos a motor en los países desarrollados.

P.S. En algún otro momento escribiré sobre los veganos, a quienes considero que padecen algún tipo de extraña minusvalía mental al alejarnos de nuestros básicos instintos carnívoros / omnívoros gracias a los cuales nos erigimos no solo en supervivientes sino en especie dominante eligiendo de un modo deliberado convertirse por un exceso de empatía con la naturaleza y el bienestar animal en una especie de regresión evolutiva... así como las aberraciones de conceptos tan bonitos como la "responsabilidad social de la empresa" que no es más que un envoltorio de marketing para justificar majaderías como las aquí sugeridas... efectivamente de modo colectivo y como civilización nos corresponde decidir si nos merece condenar a cientos de millones de humanos a la muerte socio-económica por inanición y penuria provocada de alimentos... o si combatimos el cambio climático mediante el uso masivo de bio-combustibles de un modo masivo... que es supongo una forma de entender la "responsabiliad social" ... eso sí... qué bonitas quedan las iniciativas en aras de reducción de las emisiones de CO2 en las memorias de las empresas. ¡¡Quitémonos las caretas!! Molan más los camionacos de tropecientos caballos de nuestro primer mundo y nuestros coches de todas las gamas que los desarrapados esos del cuerno de África...!!

Black Sabbath, War Pigs : http://www.youtube.com/watch?v=2krdCPzo-sU

DMX, Lord Gimme a Sign : http://www.youtube.com/watch?v=U8U_gR58eJU

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